martes, 16 de abril de 2013

El testamento se leyó en las oficinas de la empresa de mi padre.
 Preferí ir sola, adentrarme de nuevo en ese metro infernal de Tokio, había llegado a extrañarlo.
 Salir de nuevo a la luz en mi lugar favorito de la ciudad. Entonces era muy poco original en mis gustos, ni un restaurante secreto, ni un jardín idílico oculto de todos, mi lugar favorito en el mundo era Shibuya. Su famoso cruce, abarrotado de gente, de luminosos, de pantallas gigantes, bullicioso, atronador.
 Shibuya me llenaba de vida.
Cuando mi padre empezó a obligarme a ir a las oficinas, a tragarme horas y horas de reuniones que ni entendía ni me interesaban, pretendía despertar en mi el interés por el negocio familiar, solo la idea de sumergirme de nuevo en la agitación de las tiendas, los cafés, de verme rodeada de gente joven llena de color y energía me animaba y ayudaba a sobrellevarlo.
Miento, no era lo único.
 Lo que mas me incitaba a acudir casi a diario a las oficinas de mi padre era Takeshi,el hijo mayor de su socio. Aunque èl llevara años sin mirarme siquiera a la cara, como si le molestara mi existencia.
Empezó a ignorarme justo cuando yo empezaba a vislumbrar la adolescencia. Nunca dejó de dolerme su repentina indiferencia porque no conocía otro estado diferente al de estar enamorada de él.
 Me acostumbré a observarle desde la distancia, a desearle e idealizarle en silencio.
 Sabía que no tenía ninguna posibilidad con èl. Jamas se liaría con una occidental...si, era tradicional hasta ese extremo, además la gente como yo, tan ruidosa, tan impredecible, tan poco discreta,le ponía los pelos de punta. Se casaría con la mujer que su familia considerara mas conveniente y lo haría encantado, no como un sacrificio.
 Todo empezó a cambiar en Shibuya,allí me sentía segura de mi misma, era mi ambiente, mi territorio, no el suyo. Por primera vez en mucho tiempo mi padre confió en mi, me sentí útil para èl, para el negocio.
 Por primera vez no me limitaría a ser una oyente silenciosa de aburridas reuniones.
 Tenía que ayudar a mi hermano y a Takeshi a "entretener" a unos clientes americanos, lograr que se enamoraran de Tokio. Ellos sabrían mucho de negocios, pero yo podía darles unas cuantas lecciones de como divertirse en Tokio.
 Mi hermano nos abandonó pronto, en los negocios era infalible, bebiendo no tanto. Nos dejó a cargo de los clientes.
 Le dije a Takeshi que se fuera si quería, yo ejercería de anfitriona...me miró horrorizado, era la primera vez en años q veía su cara reflejar algún sentimiento, sentía que ya que mi hermano no podía él debía cuidar de mi. En realidad no quería que se fuera, pero tampoco quería que se comportara como un hermano mayor. Quería mucho más de él.
 De madrugada, cuando ya habíamos dejado a los americanos en su hotel, atravesamos Shibuya en su coche. Le conocía desde que era niña y era la primera vez que estábamos solos.
Estaba tan borracha y tan emocionada que no podía quitarle los ojos de encima. Me sabía esos rasgos de memoria, pero nunca los había tenido para mi sola, sentí el impulso de tocarle, pero a pesar del alcohol logré controlarme.
Cada vez que le veía descubría algo que me enganchaba más.
 - No sè si te has dado cuenta, pero me tienes loca desde que tengo uso de razón.- se lo solté sin más,sin pensar...
 Y ¿ qué conseguí? Nada, solo silencio.
El silencio más atronador del mundo, el del rechazo.
 No se inmutó, siguió conduciendo,como si no hubiera escuchado mi etìlica declaración. Me dejó en casa sin molestarse en mirarme y bajé de su coche con la moral hundida y la minifalda subida hasta la cintura, me daba igual, había perdido la dignidad unos cuantas calles antes.
Ahora Shibuya ya no es mi lugar favorito en el mundo, solo el triste recuerdo de esa noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario